23 de abril de 2013

Llover

Bienvenido sea el final de abril. Amor platónico? La lluvia. La vida está en la lluvia, mis amores; toda ella.

La manzana de hoy no es nada más que yo tratando de llenar sus hermosos acervos culturales de mis referencias favoritas a la lluvia. No estoy segura de tener muy buenos argumentos para amarla más que a la falta de ella, pero creo que no los necesito. Sólo creo que hay algo mágico sobre la manera en que la lluvia se adueña de todos nuestros sentidos.

Ver llover es hermoso. Es la ausencia del color y su explosión al mismo tiempo. Es la imagen en mi mente de las calles de Londres donde vive mi amigo Sam; porque donde hay una calle y llueve nace una calle nueva, y el mundo del otro lado del reflejo es un misterio y una belleza a la vez.

Sentir llover es nacer. Ni siquiera los voy a tratar de convencer; si exploran las pestañas de este blog verán que "bailar en la lluvia" está en mi bucket list, y si alguien no ha visto estas dos escenas de V de Venganza ¡tiene que hacerlo!
(escena1) (escena2)


Oler llover es sanar. El corazón más roto se siente un poco mejor con el olor a lluvia. Tal vez nuestros instintos son más listos que nuestras cabezas, e intentan decirnos que son las cosas simples las que mejor pueden completarnos. Llover es dejar de doler, y oler la lluvia es tener un recordatorio inmediato de las cosas que sabíamos cuando todo a nuestro alrededor era nuevo.
Admítanlo, todos ustedes recuerdan el olor de la lluvia, y en su memoria está guardado como una especie de hogar. Entender por oler es ser un poco como el protagonista de este libro hermoso llamado El Perfume, Jean Baptiste Grenuille. Y si, como Jean Baptiste, conocimos el mundo en gran parte por la naríz, entonces oler llover es volver a aprender a vivir.

Oír llover es infinito. La mayoría de las cosas en esta vida tienen sonidos bastante limitados, pero la lluvia no. Los truenos cortan todo ruido a su paso y parecen razgar el cielo (una imagen mental bastante groovy, si me lo preguntan), y las gotas son toda una sinfonía para quien preste atención. Cuando se escuchan desde adentro de una casa o edificio, suelen ser pacíficas. Son casi una canción de cuna que suaviza el mundo y hace el tiempo eterno para aquellos que las puedan escuchar. Son como mil millones de flechas enemigas azotando las ventanas cuando son gruesas, y cuando son delgadas se vuelven un murmullo constante que se esconde en el pasto y nos anuncia el regreso de la vida al mundo después del invierno. Intentar listar todos los ruidos de la lluvia sería como querer explicar todos los colores del cielo, y una grabación jamás sería suficiente; por eso, tengan esta canción que, si bien es triste, es llover y doler y llorar y volver a nacer un poco cuando la escuchas.



del otro lado del reflejo

Chavos, esta historia la saqué del Libro de los Seres Imaginarios de Jorge Luis Borges. 
Ámenla, ámenla mucho: