NO, no pienso hablarles de religión, dejen de gritarme en sus cabezas.
Piensen en la Iglesia Católica sólo como una institución que ha existido desde hace aproximadamente 2000 años (técnicamente son menos, pero trabajemos con cifras redondas, ¿ok?). En estos 20 siglos han habido 266 Papas, de los cuales 254 han sido europeos, 8 de Oriente Medio, 3 de África y sólo uno de América. Pero la gracia de nuestro nuevo Papa no es ser el primer Papa americano; no, señores. La cosa es esta:
DESPUÉS DE 2000 AÑOS TENEMOS UN PAPA LATINOAMERICANO!
Yo sé que a muchos de ustedes no les encanta la Iglesia Católica (ni las otras Iglesias), pero ¡piensen en las implicaciones sociales de esto! En la escala de relevancia histórica, este tipo debe estar codeándose con gente como Cortázar y García Márquez (...y Carlos Fuentes... y Mario Vargas Llosa.... alguien recuérdeme escribir un post sobre mi amor desmesurado por los autores del boom latinoamericano...).
Pero ya, en serio:
Por supuesto que tengo mis reservas sobre el tipo; como todo humano (y más aún, como todo religioso) tiene ciertas actitudes que no me fascinan. Tiene momentos intolerantes e incluso incongruentes. Dicho esto, creo que nadie nunca verá el día en que un Papa sea 100% admirable, y vale la pena rescatar las muchas cosas buenas que este parece tener.
Me gusta que use la cruz de hierro y no de oro como sus predecesores, y que no se ponga los zapatos rojos ni los mil ochomil adornos costosísimos de la sotana. Me gusta que (si bien no está abierto a otras cosas) está abierto al diálogo entre religiones; que respeta y bendice a quienes no profesan su fe; que no permite que los cardenales se arrodillen ante él ni que un hotel se rehúse a cobrarle la estancia. Crecí viendo al Catolicismo como una religión que predica modestia mientras que sus mandatarios suelen vivir en la opulencia enferma. Me gusta de él que por primera vez me siento obligada a tragarme mis palabras.
...y bueno, hay algunas cosas que simplemente no tienen precio: