13 de octubre de 2013

¿Qué estamos haciendo mal?

¡Hola, guapuras!
Hace un buen rato que no escribo. Tengo algunas cosas guardadas como borrador, pero aún no les veo cara de estar listas para publicarse. Paciencia.
Hoy sólo vengo a compartir con ustedes dos cosas: una duda existencial y el secreto de cuál es el lugar del que proviene la inspiración para mis manzanas más agresivas contra la educación ajena. Pues bien, este horrible lugar – donde el anonimato permite que, sin sospecharlo, cualquier persona inocente pueda volverse testigo de las más nefastas formas de pensar en este mundo – es el baño de niñas de mi escuela.

Resulta ser que la última joya de sabiduría juvenil que escuché en ese lugar fue esta:
"No, wey, te tienes que aplicar para que no quiera cortar contigo porque te necesita para estar bien."
A ver...
¡¿Soy la única que cree que ese comentario raya en las inclinaciones criminales?!
Digo, corríjanme si estoy mal, pero según yo:
  1. Nadie debería NECESITAR a otra persona para estar bien. Eso de las "medias naranjas" está horrible. Nadie puede ir por la vida siendo media persona e intentar hacer a alguien más responsable de su felicidad. Todos debemos ser frutas completas, o al menos lo más completas que podamos. El amor no es algo que pase entre medias naranjas; eso es codependencia. El amor se da entre naranjas completas. Y, a veces, entre una naranja y una pera.
  2. Querer ser indispensable para la felicidad de alguien no sólo habla de inseguridad, sino de malicia. Cuando quieres a alguien quieres el bienestar de esa persona. Cuando de verdad te importa alguien, lo último que quieres es condicionar su plenitud a tu presencia. No querer que alguien esté bien sin ti es como querer tirar un plato al piso para que se rompa sólo porque no puedes quedártelo. Oh... eso explica muchas cosas.
No, ya en serio, mi duda existencial es ésta: ¿Qué está pasando con la educación emocional en... esta comunidad? ¿País? ¿Cultura? ¿Hemisferio? ¿Planeta?
Para empezar, no sé qué alcance darle a esa manera de pensar. Porque la he visto en muchos lugares, pero no sé si viene de la familia, de las escuelas, del algún círculo social específico, de México, Latinoamérica, Norteamérica, la cultura occidental, o si todo el planeta Tierra está tan mal. 
Voy a exhimir de culpa a la religión, sólo por esta vez, porque la mayor parte de los mexicanos profesan algún derivado del cristianismo, y las pocas veces que me he dignado a hacer caso en misa, todo parece girar en torno al amor al prójimo y no a la expropiación del prójimo.



Quiero creer que viene, en parte, de los medios (esta teoría pronto será un post y esto será un enlace, lo juro), que son prácticamente omnipresentes en este siglo, y de la falta de interés que las autoridades morales parecen tener en intervenir. Tenemos niños que son bombardeados 24/7 con imágenes, audio e ideas que no necesariamente se parecen a la realidad y que no estaban pensados para ellos. Una compañía hace un comercial donde representa una emoción como parte de su producto; convierte el amor en propiedad para aumentar sus ventas, y confía en que su público tiene la capacidad de distinguir el mundo real de la imagen que se les vende. El problema es que no sólo los adultos están viendo los comerciales, ni las películas, ni los espectaculares, ni las canciones, ni los videos, ni las revistas (Dios, las revistas! Les recomiendo mucho Cosmocking, la sección de The Pervocracy que les mostrará todas las razones por las que odio cierto tipo de revistas). El problema es que, a veces, ni siquiera los adultos tienen bien marcada esa división en sus cabezas. El problema es que esta manera de pensar no es sólo de los niños, adolescentes o jóvenes. Conozco muchísimos adultos que viven tratando a sus seres queridos como propiedad. Y eso me da tristeza. Porque después de tantos siglos de humanidad ya deberíamos saber hacer algo mejor con nuestros sentimientos. El problema es que nuestra sociedad tiende a romantizar el hecho de tratar a las personas como objetos. Es el mismo problema que hace que muchas personas se sientan especiales cuando le provocan celos a alguien. Las personas no son propiedad, y mientras insistamos en tratarlas como tal y creer que eso está bien algo estará muy, muy mal con nuestra manera de hacer las cosas.




Así que ahora... ¿qué procede? ¿Cómo le enseñamos a las futuras generaciones que el amor no se trata de ser dueños de una vida ajena sino de compartirla? ¿Cómo nos educamos a nosotros mismos para enseñarles eso con el ejemplo en vez de sólo decírselos? Porque las palabras no sirven por sí solas. Se necesita congruencia al enseñar. Pero entonces ¿Cómo logramos que se entienda que querer a alguien se trata de ser complementarios y NO dependientes? ¿Cómo le quitamos el tono deseable al "te necesito"?

Tal vez sería un buen comienzo considerar que, sin importar cuántas películas nos digan lo contrario, es mucho más agradable que una persona DECIDA tenerte en su vida que estar en esa vida porque la otra persona es incapaz de decidir excluirte. Si ser necesarios nos hace responsables de una felicidad ajena que (por poderosos que nos creamos) no controlamos, ¿no sería mejor siempre ser opcionalmente bienvenidos?

Comenten, gente. Por aquí o por otro medio, pero comenten. El chiste de este blog es que haya diálogo, no monólogos. Así que digan algo, porfis.

2 de agosto de 2013

Budín de Zanahoria

Hola, guapuras(:
Hace poco me autoproclamé nieta de Grenouille, madre de Ed Gein y fantasía sexual de Drácula. Atendiendo sólo a la parte sobre Grenouille (quien no haya leído El Perfume CORRA A HACERLO AHORA MISMO), hoy vengo a dejarles una receta de budín de zanahoria porque pocos olores son mejores que los que encontramos en la cocina.


INGREDIENTES
  • 275 gramos de galletas Marías
  • 1 kilogramo de zanahorias 
  • 1 taza de azúcar
  • 1/2 taza de leche
  • 2 cucharaditas de royal
  • 5 huevos
  • 100 gramos de mantequilla
  • canela en polvo
PREPARACIÓN:
  1. Pongan a cocer las zanahorias.
  2. Muelan las galletas en la licuadora. Ciernan las galletas molidas y vuelvan a moler los trozos que hayan quedado. Repitan esta operación hasta que sólo les quede polvo de galletas, y colóquenlo en un tazón aparte.
  3. Saquen el azúcar, la taza medidora y una cuchara. Abran la bolsa o el bote del azúcar e intoxíquense con su aroma. Vayan llenando la taza de azúcar, y noten cómo cada cucharada huele más dulce, más antigua y más perfecta.
  4. Pongan la taza de azúcar en la licuadora. Acto seguido viertan también la media taza de leche ahí. Agreguen los cinco huevos, uno a uno, asegurándose de que todos huelan sanos y frescos. Licúen hasta integrar estas tres cosas. Quiten la tapa de la licuadora e inhalen. Memoricen el aroma.
  5. Agreguen las dos cucharadas de royal, las zanahorias cocidas mientras aún están calientes y la mantequilla. Licúen de nuevo hasta integrar.
  6. Quiten media taza del polvo de galletas del tazón y pongan el resto en la licuadora. Integren.
  7. Engrasen su molde con mantequilla y espolvoreen parte el polvo de galletas que aún tienen para cubrir la base del molde.
  8. Pasen la mezcla de la licuadora al molde. Espolvoreen el resto del polvo de galletas sobre él y agreguen canela al polvo al gusto. Disfruten el olor 
  9. Metan el budín al horno a 180°C tapado con papel aluminio durante aproximadamente 40 minutos, o hasta que "cuaje".
***
Estoy consciente de que ver verbos conjugados en una receta es raro.
Creo firmemente que trato con personas en lugar de robotitos, y habría sido muy triste dar las instrucciones de los olores en infinitivo.

29 de julio de 2013

Niños

Hola guapuritas(:
El día de hoy les traigo una mezcla entre amor platónico y duda existencial: los niños.


Los niños son todo un tema. Son una maravilla, pero también son todo un mundo aparte que no todos entienden. Se necesita mucha paciencia y un poco (o mucho) de locura para entender a los niños pequeños, y eso a veces me hace preguntarme por qué la gente tiene hijos. Tengo una teoría: creo que gran parte de los padres en este mundo tienen a sus hijos sólo porque sienten que es una parte obligada de la vida o un generador de felicidad, sin antes preguntarse para qué los quieren.

Existe una tendencia en nuestro "bello" siglo XXI. Los padres ("baby boomers" o "generación X") de las nuevas generaciones ("millenials" o "generación Y" y la presente "generación Z") fueron educados para obedecer ciegamente a sus padres y hasta cierto punto tenerles miedo. Ahora (algunos) educan hijos para pensar, cuestionarse las cosas y tomar sus propias decisiones. Esto es hermoso para los hijos, pero deja a los padres en un limbo frustrante porque sus hijos no los tratan como ellos creen que deberían ser tratados.

La gente cree que tiene hijos por miles de razones, desde "devolverle algo al mundo" hasta "la emoción de crear una persona", pero en realidad muchos los tienen porque quieren un reflejo lindo y perfecto de ellos mismos. Y entonces ves niños que en vez de jugar toman millones de clases. Aprenden tres o más idiomas al mismo tiempo desde el kinder, van al futbol, al karate, al kumón, tocan un instrumento, y si te descuidas tienes niños de 8 años leyendo a Nietzche (ok, ok, eso último sólo soy yo exagerando...).


Pero ya, en serio, los niños cada vez juegan menos. Y ya sé que la rara soy yo, pero detesto ver gente que se preocupa por los errores de sus hijos sólo porque los hacen ver más a ellos. Gente que vive pensando que las personas van a juzgarla por educar mal a sus hijos en vez de preocuparse por hacerlo en lugar de aparentarlo. Mamás que no dejan a sus hijos comer dulces o jugar en el piso por que "se ensucian" o "se ponen hiperactivos" (o sea, básicamente porque les da flojera ser mamás). Pero, señores, ¡los niños necesitan jugar, crecer, dudar y equivocarse para aprender!

Si yo algún día tuviera hijos (lo cual no creo), sería la clase de madre loca que pinta murales por toda la casa con sus niños. Que los mide cada que se acuerda y va pintando líneas con fechas en el marco de la puerta de la cocina. Y en lugar de pisos de madera cara tendría el linoleo más feo para que aguantara las manchas de pintura. Y quitaría los muebles de la sala de vez en cuando para patinar en ella. Y rodaría en el pasto con ellos hasta dejar la ropa verde, sucia, y el corazón rojo, limpio. Sería la clase de loca que le pone colorante verde al desayuno después de haberles leído "green eggs and ham", y que los felicita por ser curiosos en vez de enojarse cuando le hacen preguntas que no sabe responder. Les enseñaría de tolerancia, porque creo firmemente que los niños sólo son pequeños, no tontos, y pueden entender a los demás. Aprenderían desde muy pequeños que existen maneras muy diferentes de vivir la vida, y que intento enseñarles la que creo mejor, pero cuando ellos crezcan tendrán que elegir la suya y yo que respetarla. Y si hablamos de religión, mis hijos escucharían la misma cantidad de historias de dioses católicos que de dioses griegos o celtas, y creerían en todos o en ninguno, siempre que supieran que nunca estarían solos.


Y bueno... creo que esas son justamente las razones por las que debería ser ilegal que la gente como yo tenga hijos. Porque, aceptémoslo, serían felices, pero no tendrían nada que ver con las personas normales de la sociedad. Creo que por eso Cortázar decía que los cronopios rara vez tenemos hijos, y que cuando lo hacemos los hijos nos odian. 

¡Buenas salenas cronopio cronopio, el más bueno y más crecido y más arrebolado, el más prólijo y más respetuoso y más aplicado de los hijos!

Carajo. Los cronopios definitivamente no debemos tener hijos nunca.

11 de junio de 2013

Pay With a Kiss


Hola, amores míos! Hoy vengo sin mucho preámbulo a compartirles un pequeño amor platónico: los conceptos originales. Me gustan los establecimientos que rompen un poco con lo que se espera de ellos (positivamente, claro).

Un ejemplo de esto es Metro St. James. Aquí les dejo este lindo video como evidencia de por qué los conceptos excéntricos me fascinan tanto.


23 de abril de 2013

Llover

Bienvenido sea el final de abril. Amor platónico? La lluvia. La vida está en la lluvia, mis amores; toda ella.

La manzana de hoy no es nada más que yo tratando de llenar sus hermosos acervos culturales de mis referencias favoritas a la lluvia. No estoy segura de tener muy buenos argumentos para amarla más que a la falta de ella, pero creo que no los necesito. Sólo creo que hay algo mágico sobre la manera en que la lluvia se adueña de todos nuestros sentidos.

Ver llover es hermoso. Es la ausencia del color y su explosión al mismo tiempo. Es la imagen en mi mente de las calles de Londres donde vive mi amigo Sam; porque donde hay una calle y llueve nace una calle nueva, y el mundo del otro lado del reflejo es un misterio y una belleza a la vez.

Sentir llover es nacer. Ni siquiera los voy a tratar de convencer; si exploran las pestañas de este blog verán que "bailar en la lluvia" está en mi bucket list, y si alguien no ha visto estas dos escenas de V de Venganza ¡tiene que hacerlo!
(escena1) (escena2)


Oler llover es sanar. El corazón más roto se siente un poco mejor con el olor a lluvia. Tal vez nuestros instintos son más listos que nuestras cabezas, e intentan decirnos que son las cosas simples las que mejor pueden completarnos. Llover es dejar de doler, y oler la lluvia es tener un recordatorio inmediato de las cosas que sabíamos cuando todo a nuestro alrededor era nuevo.
Admítanlo, todos ustedes recuerdan el olor de la lluvia, y en su memoria está guardado como una especie de hogar. Entender por oler es ser un poco como el protagonista de este libro hermoso llamado El Perfume, Jean Baptiste Grenuille. Y si, como Jean Baptiste, conocimos el mundo en gran parte por la naríz, entonces oler llover es volver a aprender a vivir.

Oír llover es infinito. La mayoría de las cosas en esta vida tienen sonidos bastante limitados, pero la lluvia no. Los truenos cortan todo ruido a su paso y parecen razgar el cielo (una imagen mental bastante groovy, si me lo preguntan), y las gotas son toda una sinfonía para quien preste atención. Cuando se escuchan desde adentro de una casa o edificio, suelen ser pacíficas. Son casi una canción de cuna que suaviza el mundo y hace el tiempo eterno para aquellos que las puedan escuchar. Son como mil millones de flechas enemigas azotando las ventanas cuando son gruesas, y cuando son delgadas se vuelven un murmullo constante que se esconde en el pasto y nos anuncia el regreso de la vida al mundo después del invierno. Intentar listar todos los ruidos de la lluvia sería como querer explicar todos los colores del cielo, y una grabación jamás sería suficiente; por eso, tengan esta canción que, si bien es triste, es llover y doler y llorar y volver a nacer un poco cuando la escuchas.



del otro lado del reflejo

Chavos, esta historia la saqué del Libro de los Seres Imaginarios de Jorge Luis Borges. 
Ámenla, ámenla mucho:


21 de marzo de 2013

Habemus Papam

Fin de marzo. Amor platónico. Bienvenido seas, Francisco I, nuevo Papa.

NO, no pienso hablarles de religión, dejen de gritarme en sus cabezas.
Piensen en la Iglesia Católica sólo como una institución que ha existido desde hace aproximadamente 2000 años (técnicamente son menos, pero trabajemos con cifras redondas, ¿ok?). En estos 20 siglos han habido 266 Papas, de los cuales 254 han sido europeos, 8 de Oriente Medio, 3 de África y sólo uno de América. Pero la gracia de nuestro nuevo Papa no es ser el primer Papa americano; no, señores. La cosa es esta:

DESPUÉS DE 2000 AÑOS TENEMOS UN PAPA LATINOAMERICANO!

Yo sé que a muchos de ustedes no les encanta la Iglesia Católica (ni las otras Iglesias), pero ¡piensen en las implicaciones sociales de esto! En la escala de relevancia histórica, este tipo debe estar codeándose con gente como Cortázar y García Márquez (...y Carlos Fuentes... y Mario Vargas Llosa.... alguien recuérdeme escribir un post sobre mi amor desmesurado por los autores del boom latinoamericano...).



Pero ya, en serio:

Por supuesto que tengo mis reservas sobre el tipo; como todo humano (y más aún, como todo religioso) tiene ciertas actitudes que no me fascinan. Tiene momentos intolerantes e incluso incongruentes. Dicho esto, creo que nadie nunca verá el día en que un Papa sea 100% admirable, y vale la pena rescatar las muchas cosas buenas que este parece tener.

Me gusta que use la cruz de hierro y no de oro como sus predecesores, y que no se ponga los zapatos rojos ni los mil ochomil adornos costosísimos de la sotana. Me gusta que (si bien no está abierto a otras cosas) está abierto al diálogo entre religiones; que respeta y bendice a quienes no profesan su fe; que no permite que los cardenales se arrodillen ante él ni que un hotel se rehúse a cobrarle la estancia. Crecí viendo  al Catolicismo como una religión que predica modestia mientras que sus mandatarios suelen vivir en la opulencia enferma. Me gusta de él que por primera vez me siento obligada a tragarme mis palabras.

...y bueno, hay algunas cosas que simplemente no tienen precio:





10 de marzo de 2013

¿Es en serio?

Hola a todos (¿todos?). Vengo a contarles sobre una duda existencial que tengo desde hace mucho tiempo, pero que twitter me acaba de recordar. Eternamente estoy viendo en mi timeline a niñas de 13 años o menos que se dicen zorras, putas y perras entre sí. Peor aún, niñas de esas edades que dicen querer ir a matar a la Z/P/P que le coquetea/tira la onda a su novio/crush/comosellame. Por supuesto que sus frases son exageraciones, pero la realidad detrás de ellas es preocupante. Y yo me pregunto ¿por qué, Señor? ¡¿por qué?!

Mi teoría es que es un problema de educación. En primer lugar, no creo que tengan la más mínima idea de cuán pesada es la connotación de esas palabras. Por supuesto que han escuchado el significado y no necesariamente las usan fuera de contexto. El problema es que las usan fuera de proporción. Saben perfectamente lo que están diciendo, pero en su mente aún no hay referencias suficientemente fuertes para entender la gravedad de sus implicaciones.

También, me llama la atención que sus agresiones sean hacia la otra niña en lugar del chavito que tienen en mente. Siento que eso es tanto el precursor como el resultado de la cultura con la que nuestra sociedad juzga las infidelidades. Me molesta que se piense en las mujeres como "rompehogares" mientras que a los hombres se les imagina como criaturas primitivas, presas de su instinto, que no pueden contenerse una vez que la tentación se presentó ante ellos. ¡Por favor, personas! La sociedad que enseña a sus mujeres a creer que deben "proteger" a sus hombres de otras mujeres me da un poco de asco. No sé qué piensen ellos, pero esa actitud me parece un insulto a su inteligencia y a su capacidad de decidir con quién quieren o no quieren estar.

Como no quise poner en evidencia los tweets de mis conocidas, hice una pequeña búsqueda y encontré ejemplos como este:


¡¿Qué onda con esa palabra?! "Robanovios". ¿Qué, ahora resulta que los novios son objetos inanimados que se pueden robar sin que ejerzan acción alguna mientras esperan a que las mujeres tomen sus decisiones por ellos? Gente, ¡díganme que no todos están educando a sus hijas para creer eso!

Ahora bien, no es que las juzgue; para nada. En algún momento de mi vida caí en la misma categoría que ellas. Sé de primera mano que es más fácil insultar a alguien cuanto menos entiendas de lo dañinas que pueden ser las palabras. Por eso creo que tal vez todos deberíamos tomarnos el tiempo para pensar: si todos (o la mayoría) hemos sido parte de este ciclo, y entendemos por qué se dan esa clase de comentarios,   ¿por qué no hacemos nada al respecto?

Creo que deberíamos preocuparnos menos por repetirles a los niños que las groserías son malas y dedicarle un poco más de tiempo a hacerlos entender por qué lo son. Dejar de enseñar a la gente a sabotear sus relaciones "protegiéndolas" y comenzar a hablarles de confianza. El mundo sería un lugar mejor si todos creciéramos entendiendo que, aunque no debemos confiar en todas las personas, decidir estar en una relación o querer a alguien implica confiar en ellos, y que el momento en el que te das cuenta de que no confías en alguien debería ser el momento en el que te das cuenta de que tienes un problema en tu relación con ESA PERSONA, no con una tercera en discordia que nada tiene que ver.

Como mínimo pienso que si nuestra educación se alejara del "NO" y se hiciera amiga del "¿Por qué?" y el "¿Por qué no?", todos pasaríamos menos tragos amargos en el proceso de aprender que, para ser felices, necesitamos desaprender gran parte de lo que creíamos saber cuando confundíamos querer con amar y el mundo era hermoso en blanco y negro.

***
Cualquier opinión es buena: ¡comenten, personitas!




14 de febrero de 2013

San Valientín

No. No escribí mal el título. Es un intento fallido de juego de palabras. Finjan reírse un poco.
Ok, personitas: el día de hoy vengo (reapareciendo de la nada) a escribir sobre un amor platónico más: San Valentín. No, no me refiero al 14 de febrero ni a las celebraciones cursis que todos detestamos, me refiero a la persona en honor a la cual supuestamente hacemos tantos ridículos. Diiiiicen que: 

En la antigua Roma, el emperador Claudio II creía que los hombres solteros y sin familia eran mejores soldados, por lo que decretó que los jóvenes no podían casarse. Valentín fue un sacerdote cristiano que desafió al emperador y continuó oficiando matrimonios en secreto. Cuando esto llegó a oídos del gobierno, Valentín fue encarcelado.
Durante su encierro, el sacerdote se enamoró de la hija del carcelero, una joven ciega llamada Julia. Él escribió una carta para que le fuera entregada después de su ejecución, y la firmó "de tu Valentín". Al leerla (?), Julia recuperó la vista.

Oooooooook. TODOS sabemos que lo de la vista es bastante poco probable, pero aún así. ¿Se imaginan la clase de valor que hay que tener para desafiar al emperador de roma? No cualquiera lo hace, y mucho menos por un capricho. Yo creo que para hacer algo así, una persona necesita creer en lo que está haciendo con todo su ser. Y por eso amo a Valentín. 

No me encantan los santos ni mucho menos soy fan de ninguna Iglesia (y tengo mis reservas especiales sobre la católica). También estoy bastante segura de que Valentín se volvería a morir si viera que su día se ha convertido en
1) un pretexto para la cultura del consumismo,
2) una manera en que los novios demuestran que son detallistas... a la fuerza y una vez al año,
3) un día para que aquellas pubertas que son bonitas por fuera se paseen por el mundo presumiendo cientos de regalos de parte de tipos que jamás van a pelar.
Pero vamos, gente, por mucho que odiemos el 14 de febrero nada nos impide amar al hombre cuyo nombre lleva el día (ni la posibilidad de usar la fecha como pretexto para hornear cosas rojas o en forma de corazoncito).

Creo que, así la leyenda sea cierta o no (y esperando que sí lo sea), Valentín es un símbolo de todo lo que nosotros deberíamos ser. Una persona con convicciones, pasión, y un valor inimaginable por defender aquello en lo que creía. No sé qué opinen ustedes, pero yo digo que esa historia es una de las más bonitas y admirables en el mundo, y creo que todos podríamos tomarnos un tiempo de nuestro día más odiado para recordar que, si bien detestamos la industria, podemos amar el concepto.

Valentín,
Dondequiera que estés, te pido disculpas por lo que el mundo ha hecho con tu día, y te agradezco por hacerme creer que las personas locas e increíbles y el romanticismo crudo, libre de cursilerías, son más que simples sueños lejanos.

3 de febrero de 2013

Claimblog

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no sé para qué sirve esto, pero supongo que lo averiguaré

1 de enero de 2013

Glühwein (vino caliente estilo Alemania)

Todos tenemos recuerdos de una época en la que las navidades eran más felices (o al menos lo parecían). Uno de mis recuerdos favoritos de ese tipo es el de mi mamá intentando preparar vino caliente. Cuando quiso probar la receta le salió mal; le puso más o menos 5 veces más clavo del necesario y el vino terminó sabiendo a perfume. Sin embargo, por alguna inexplicable razón, en mi memoria ese vino se guardó en el área de sabores (o ideas) reconfortantes. Más o menos como el ponche o el té de manzana con canela.

Este año decidí intentar rescatar un poco del espíritu acogedor para no pasar otra navidad como las últimas dos. Quise recrearlo, y para ello investigué un poco en Internet. Estoy segura de que los ingredientes son los correctos para la versión Alemana del vino caliente. Lo que nunca supe fue cuáles eran las proporciones correctas, así que decidí averiguarlo a prueba y error. Después de un primer (y horrible) intento fallido, ajusté unas cuantas cosas a la receta y logré un sabor que ha llegado a mi familia para quedarse. A continuación, les presento mi versión de la receta:

INGREDIENTES:
- agua
- 6 cucharadas de azúcar morena
- 1 raja de canela
- 2 clavos
- 5 semillas de cardamomo
- 1 mandarina
- 750ml vino tinto. (Escojan uno de calidad decente, por favor.)

PREPARACIÓN:
1. Exprimir el jugo de media mandarina en una taza medidora. Llenar con agua el espacio restante para alcanzar los 160ml. Mezclar.
2. Verter el agua con jugo en el recipiente donde vaya a calentarse. Agregar el azúcar  clavo, canela (les sugiero romperla en varias partes), la otra mitad de la mandarina (en gajos), y un pedazo de la cáscara de la mandarina (si ponen demasiada les pasará lo que a mí en el primer intento y quedará asquerosamente amargo; no lo hagan). Poner el recipiente en la estufa (con la llama alta) y mezclar. 
3. Cuando la mezcla esté a punto de hervir, agregar el vino y comenzar a mezclar. Bajar la llama de la estufa y continuar mezclando hasta integrar. Dejar el vino calentar sin hervir alrededor de una hora.
4. Servir.



Otras versiones contienen jengibre y/o anís de estrella. La mandarina se puede sustituir por el mismo volumen de algún otro cítrico.Las versiones italianas y austriacas pueden ser con vino blanco.